Epidemias mundiales en la Historia
A lo largo de la historia de la humanidad, tres han sido sus grandes enemigos: el hambre, las epidemias y la guerra. En este mismo orden de responsabilidad, estos “tres jinetes” asolaron la vida y se alzaron con el cetro de ser los responsables de miles de millones de muertes a lo largo y ancho del planeta. En el artículo de hoy nos centraremos en hacer un breve recorrido por la historia de la segunda de las causas de mayor mortalidad entre los seres humanos: las epidemias mundiales.
Si bien la guerra, tanto en la antigüedad como en la era moderna, siempre ha parecido, por su estruendo mediático y político, el más fatal y apocalíptico de dichos tres males, lo cierto es que el hambre y la enfermedad, en su propagación más silenciosa, han sido mucho más devastadores, en cuanto a número de víctimas, que la propia guerra.
Actualmente, gracias a los avances médicos, tecnológicos, la extensión de la riqueza y los acuerdos globales, el hambre, las epidemias y la guerra parecen haber retrocedido y cedido casi todo el terreno al progreso humano -al menos en los países llamados “desarrollados”-. Tanto es así, que la subversión de las nuevas problemáticas globales respecto a las tradicionales hambre, pandemia y guerra, queda expresada con estos dos datos:
- De los 56 millones de personas que murieron en todo el planeta durante 2012, 620 mil murieron a consecuencia de la violencia, 800 mil se suicidaron y 1,5 millones murieron de diabetes.
- En 2014, más de 2 mil millones de seres humanos tenían sobrepeso frente a los 850 millones que padecieron desnutrición.
Epidemias medievales
La peste negra -o peste bubónica- es la más famosa de todas las epidemias mundiales en la historia de la humanidad. La bacteria de la Peste Negra –yersinia pestis– apareció en 1330 en algún lugar de Asia Central, se expandió por el globo -llegando a Europa hacia 1340- incorporada en las pulgas de las ratas -y no en las propias ratas como fija el folclore-, y causó la muerte de entre 75 y 200 millones de personas, lo que supuso acabar con más de una cuarta parte de la población de Eurasia. Para hacernos una idea más concreta, la Peste Negra diezmó la población de Inglaterra de 3,7 millones a 2,2 millones de habitantes, mientras que en Florencia en un breve tiempo se pasó de contar con una población de 100 mil habitantes a una de 50 mil.
Actualmente, la peste sigue afectando a unas 3 mil personas en todo el mundo, sin embargo, la medicación aplicada consigue evitar la muerte en el 85% de los casos. Además, la bacteria responsable de la epidemia apenas ha experimentado mutaciones desde la era medieval -prácticamente es la misma-, lo que nos asegura un efectivo control sobre ella.
Epidemias en el nuevo mundo
Si la peste negra fue un holocausto bacteriano, no se quedan cortos los estragos que la viruela causó en el nuevo mundo. Los datos y estudios recientes han demostrado que, pese a la conquista armada, un 90% de la población autóctona sucumbió a causa de las epidemias y no por la espada de españoles.
El 5 de marzo de 1520, una flota española partió de la isla de Cuba (o Colba, como la llamaban los indígenas, o Isabelina, como la bautizó Colón en honor a la reina católica) hacia México. Entre la tripulación viajaba Francisco de Eguía, infectado de viruela. Cuando desembarcaron, el estado de salud del marinero era tan grave que urgentemente lo trasladaron a la ciudad de Cempoallán, A los pocos días Francisco de Eguía murió; semanas más tarde, Cempoallán se convirtió en un cementerio. En aquella época, la península del actual México contaba con una población de 22 millones de personas, sesenta años después, la población local solo se contaba en 2 millones.
Y es que la expansión europea por los “nuevos mundos” tuvo un efecto parecido en los siglos posteriores. Cuando el 18 de enero de 1778, el capitán y aventurero James Cook llegó a Hawái, isla que había permanecido durante toda la historia aislada tanto de América como de Europa, con él llegaron patógenos de gripe, tuberculosis, tifus, sífilis… La población que Cook encontró en Hawái era de medio millón de personas aproximadamente: en 1853, solo se contaban 70 mil supervivientes.
Epidemias contemporáneas
En la época moderna, la epidemia más virulenta que sacudió al mundo data de enero de 1918. El norte de Francia albergaba la mayor red de aprovisionamiento global de la época, de allí y por allí pasaban hombres, animales y mercancías hacia todos los rincones del planeta. Debido a esta posición cónclave, cuando los soldados franceses que custodiaban dicho punto comenzaron a caer abatidos por una cepa virulenta de gripe que se conoció como gripe española (no porque se originara en España, sino porque fue la prensa española de aquella época la primera que informó y prestó más atención a esta epidemia), en apenas unos meses, unos 500 millones de personas (un tercio de la población mundial) estaban afectados por el virus, de los que entre 50 y 100 millones fallecieron en el transcurso de un año. Una cifra verdaderamente sorprendente sobre todo si tenemos en cuenta que la Primera Guerra Mundial mató en cuatro años, del año 14 al 18, a 40 millones de personas.
Epidemias actuales
En la actualidad, el panorama ha mejorado radicalmente. Campañas de vacunación, antibióticos, mejoras en la higiene y en la infraestructura médica han dado paso, sobre todo en los países más desarrollados, a un estado de aparente seguridad y protección frente a las epidemias mundiales. Desde mediados del siglo XX, hasta la época actual, la ciencia médica ha entrado en una recta de victoria y control sobre las epidemias. La propia OMS (Organización Mundial de la Salud) declaró en 1979, después de su campaña global de vacunación contra la viruela, que el ser humano había derrotado a su primera epidemia, y lo cierto es que de los 15 millones de infectados y 2 millones de muertes que la viruela registraba en 1967, en 2014 ni siquiera se vacunó a las personas contra ésta.
Prueba más que fehaciente de todo ello es la atenuada gravedad que han tenido las 5 principales epidemias vividas en lo que llevamos de siglo XXI, desde el SARS (síndrome respiratorio grave) en 2002 que provocó la muerte de menos de mil personas, pasando por la gripe aviar en 2005 o la gripe porcina en 2009, hasta el reciente ébola en 2014, que la OMS calificó de “la emergencia de salud pública más grave en la era moderna” y que, sin embargo, de las 30 mil personas infectadas, solo -en comparación con las epidemias anteriores- murieron 11 mil.
El sida: una excepción en las epidemias mundiales actuales
En la historia reciente, un caso aparte fue la epidemia del sida. Desde su primer brote en 1980, la enfermedad se ha cobrado más de 30 millones de muertos en el mundo. La dificultad de control y detención del sida estribó en lo difícil de su diagnóstico, es decir, un paciente de VIH -a diferencia de otro infectado por viruela, que fallece a los pocos días de contraer la enfermedad con claros síntomas- podía contagiarse y ser portador de sida durante años sin saberlo. El VIH no mata por sí mismo, sino que debilita el sistema inmune hasta tal punto que el paciente infectado de sida no es capaz de resistir ni un simple catarro y fallece, por lo que para advertir que la causa del fallecimiento por catarro era un virus desconocido y no un catarro que se acababa complicando tuvieron que pasar algunos, demasiados “catarros”. Sin embargo, en cuanto se detectó, en las siguientes décadas se desarrollaron pruebas de diagnóstico y paliación que han convertido al sida en una enfermedad crónica, no mortal, y que permite una calidad de vida moderada pero aceptable.
Epidemias mundiales en el futuro
La lucha y la carrera entre la comunidad médica y la aparición de nuevas epidemias sigue su marcha, y aunque nadie tiene la certeza de que mañana no aparezca una nueva mutación en cualquier virus que se nos haga intratable, o que se produzca un error humano en los protocolos médicos de contención de las epidemias, la posibilidad de una catástrofe como las de épocas pasadas se torna algo improbable. Hace un par de años, en 2015, la comunidad médica anunció el descubrimiento de un nuevo antibiótico: la teixobactina, ante la que las bacterias, hasta la fecha, no han presentado resistencia. En el mismo sentido de progreso, el avance en el diseño y desarrollo de nanorobots (pequeños robots que serán capaces de introducirse en nuestro torrente sanguíneo y teledirigirse por nuestro interior hasta destruir con precisión un virus e incluso reparar una célula cancerígena) dibujan un horizonte no tan lejano en el que seremos capaces de defendernos de cualquier nueva epidemia.