Aunque desde hace muchas décadas, en Europa sobre todo, en Occidente, hemos gozado de una bonanza en todos los sentidos (social, económico, y en lo que este artículo toca, sanitario), la realidad que nos está haciendo enfrentar el Covid-19, lo que han dado en llamar “nueva normalidad”, es, en realidad, y valga la redundancia, una realidad que habíamos olvidado y con la que nuestros antepasados, desde sus orígenes, tuvieron que convivir: peste, tuberculosis, gripe… En un artículo de hace unos años, hicimos una breve reseña de la historia de las epidemias mundiales.

De hecho, la cultura, las representaciones artísticas y religiosas, siempre han estado atravesadas, de una forma u otra, por ese telón de fondo de la muerte, la enfermedad, la pandemia: las plagas en las literaturas apocalípticas, la peste es el destino que depara a los alquimistas en el octavo círculo infernal de la Divina Comedia de Dante, o la palidez tuberculosa es el polvo de arroz del arquetipo femenino romántico (espíritus, damas desmayadas, vampiras…).

La tuberculosis y la arquitectura moderna

Sería inabarcable aquí mencionar todas las conexiones entre enfermedad plagal y arte; de todas ellas, la más interesante, en lo que pueda referenciar dilemas actuales como la vuelta al cole o el teletrabajo, quizá sea la existente entre la tuberculosis que estremeció Europa durante el siglo XIX y principios del pasado siglo XX y el cambio de parangón de la arquitectura moderna.

Hasta que, en 1882, Robert Koch dio con el vacilo que provocaba la tuberculosis, se pensaba que esta enfermedad se originaba por la miasma, conjunto de efluvios y emanaciones de aguas impuras y suelos fétidos, y que el contagio de la misma se producía al entrar en contacto con dichos efluvios, por lo que la receta más efectiva era el sol, el aire puro y limpio, de ahí la construcción de numerosos balnearios y sanatorios en montañas, o las “open air schools”, o escuelas al aire libre provistas de grandes ventanas o muros abatibles, además de la higiene y la ventilación de los hogares hacinados.

Pero no solo en esto influyó la tuberculosis en el diseño y la arquitectura: Beatriz Colomina, autora de X-ray architecture, analiza cómo las ciudades, en la época moderna, son producto de una superposición y remodelación de capas arquitectónicas de respuestas a emergencias sanitarias: de ahí las remodelaciones y planes de urbanismo o “saneamiento” por las que pasaron todas las grandes capitales europeas durante el siglo XIX y XX.

Los artífices de estos grandes cambios arquitectónicos, arquitectos como Le Corbusier, señalaban directamente a la tuberculosis como responsable del nuevo devenir estético:

“La arquitectura del siglo XIX es como un viejo sofá lleno de tuberculosis”

En el contexto de esta cita, multitud de rasgos de la arquitectura moderna pueden quedar explicados por esa necesidad de saneamiento, como respuesta aséptica a la estética decimonónica precedente: pasaremos de los espacios cerrados, hacinados, oscuros, a espacios abiertos, alzados, blancos, minimalistas, aerodinámicos, funcionales.

Solo el tiempo dirá cuánto influyó el coronavirus, y de qué manera, en nuestra realidad cultural. ¿Serán rediseñadas nuestras relaciones personales por las medidas de distancia social?, ¿los espacios públicos?, ¿los teatros y estadios?, ¿nuestro ocio?