Aunque parece que hemos logrado vencer los primeros y más duros estragos del Covid19, las secuelas del virus se quedarán un tiempo todavía entre nosotros: nuevas formas de sociabilización, nuevas formas de ocio y nuevas formas de trabajo a las que tendremos que acostumbrarnos. En este último ámbito, el teletrabajo, siempre que sea posible, será una de las “nuevas normalidades” con las que tendremos que aprender a convivir.

Y es que todo lo positivo que nos podía sugerir la palabra teletrabajo antes, cuando solo era un deseo en esos días en los que nos daba pereza levantarnos -quedarnos en casa, con un café, trabajar en pijama-, ahora que se convierte en una nueva realidad laboral puede que nos cambie la percepción, y echemos de menos las rutinas, los horarios, la vida de oficina etc., y comencemos a percibir, por el contrario, los aspectos negativos de ese deseo convertido en realidad: la soledad, la improductividad, la frustración, la casa que se nos viene encima…

El teletrabajo en España

Según el último “Informe sobre Teletrabajo en Europa” de la Comisión Europea, la implantación del teletrabajo en España era bastante deficiente allá por 1999, solo un 2,8% del total de trabajadores frente a las cifras de otros países europeos como Suecia, con un 15,2%, o Finlandia, con un 16,8%, pero con este cambio de rumbo en la historia que nos ha obligado a hacer el Covid19, parece que teletrabajar va a convertirse en una realidad a la que empresas y trabajadores van a tener que adaptarse. En el artículo de hoy, dejando de lado la implantación de infraestructuras y TIC que deberían realizar las empresas, nos centraremos en el aspecto psicológico que puede afectar a la masa de trabajadores españoles, moldeados al trabajo presencial, al tener que cambiar sus hábitos hacia el teletrabajo.

Consejos para teletrabajar

Establecer rutinas: Lo de trabajar en pijama es parte de una fantasía bastante irreal, y que puede ser perjudicial a la larga. Lo positivo de teletrabajar, es cierto, es que no tenemos que ser tan rígidos con el despertador, no tendremos que sufrir atascos ni aglomeraciones, podemos ser más flexibles a la hora de someternos a plazos y horarios, pero no quitarnos el pijama puede acarrear que nos acabemos vistiendo de desidia.

Por ello, es necesario que establezcamos rutinas similares o parecidas a las que teníamos en el trabajo presencial: despertarnos más o menos a la misma hora, proceder con los mismos hábitos de higiene, acicalamiento y desayuno previos a partir hacia la oficina, marcar los tiempos de descanso y de café… en definitiva, hacernos un horario de trabajo flexible pero rutinario.

Diferenciar espacios: Siempre que sea posible, es recomendable que marquemos y delimitemos un área específica de la casa para atender el trabajo, bien un despacho, una habitación que sobre, o si no disponemos de ese espacio, desplegar nuestro material de trabajo cuando comencemos nuestra jornada y recogerlo cuando ésta acabe…

Desconectar: Ahora más que nunca, nuestros contactos se van a ver reducidos y/o sometidos a la tecnología: whatsapps, emails, llamadas telefónicas, videoconferencias etc. Si nuestra vida antes de esta crisis ya estaba cada vez más mediatizada por la tecnología, en esta situación el contacto humano va a quedar completamente suplantado por la mediación tecnológica, y este hecho puede generarnos un terrible estrés que acabe haciéndonos desarrollar aversión a la tecnología. Es importante, por ello, ya que el teletrabajo nos va a suponer una sobredosis de mediación tecnológica, que tratemos de desconectar de móviles y computadores lo más posible.

Evitar distracciones: La flexibilidad que nos brinda teletrabajar es, sin duda, algo positivo, nos permite mayor libertad para organizar y atender nuestros asuntos personales, pero teletrabajar también puede convertirse en una yincana de distracciones a evitar. Es fundamental, para evitar las distracciones, ser estrictos y exigentes con nosotros mismos a la hora de cumplir con las metas y rutinas que hablábamos al principio. También es importante, si convivimos con más personas, nuestros hijos por ejemplo, informarles y hacerles partícipes de que aunque estemos en casa, determinadas horas las vamos a dedicar al trabajo, por lo que ellos nos deben ayudar a respetar ese espacio.

Repartir el trabajo: Porque teletrabajar no consiste en apresurarnos a acabar el trabajo del día lo antes posible a fin de disponer del máximo tiempo libre, no debemos dejarnos vencer por esta ansia, los primeros días puede que nos resulte satisfactorio acabar con celeridad, pero a largo plazo esto acabará por agotarnos. Si nuestra concentración o eficacia nos permite acabar el trabajo antes, perfecto, pero no debemos marcarnos esto como un objetivo.

Sedentarismo y obesidad: Uno de los mayores riesgos para la salud psíquica y física es lo que se conoce como “síndrome de la patata en el escritorio”, teletrabajar puede abocarnos a un mayor sedentarismo y, además, al estar en casa, tendremos la tentación de estar picando constantemente algo (de ahí el nombre de síndrome de la patata, o snack, en el escritorio),  desarrollando conductas compulsivas, ya no solo con el picar, también con el tabaquismo, el café etc.. Como hemos repetido a lo largo del artículo, la clave está en simularnos lo máximo posible la dinámica y disciplina que tendríamos en la oficina, y dejar los snacks o los cigarrillos para las pausas que programemos para el café.