Todos los padres y profesionales del ámbito escolar están profundamente preocupados por el fenómeno del acoso escolar o bullying. De un tiempo a esta parte, no es anecdótica la abundancia en los medios de comunicación de noticias o sucesos referentes a suicidios en menores en los que el bullying actuó como detonante de tan trágico final.

Parece que nadie está a salvo de convertirse en víctima de estos maltratos, y lo mejor que podemos hacer para combatir esta lacra que sacude nuestras escuelas es, como siempre recomendamos, mantener una conversación fluida con los tutores de nuestros hijos y tratar de cortar la raíz del problema en cuanto dé sus primeros brotes.

Para ello, en el artículo que hoy dedicamos a todas las víctimas de acoso escolar, hablaremos de 7 pautas con las que poder detectar si nuestro hijo está sufriendo bullying o no.

¿Qué es el bullying?

En primer lugar, es importante que tengamos clara la definición de bullying. Según la Instrucción de la Fiscalía General del Estado nº 10/2005, de 6 de octubre, el bullying o acoso escolar:

“se caracteriza por una continuidad en el tiempo, pudiendo consistir los actos concretos que lo integran en agresiones físicas, amenazas, vejaciones, coacciones, insultos o en el aislamiento deliberado de la víctima”

Aunque la definición es impecable desde un punto de vista legal o académico, hemos de bajarla a tierra, matizarla y concretarla para dotarla de una validez conceptual que a los padres nos sirva para poder aplicarla a la realidad cotidiana de nuestros hijos. Hagamos 5 aclaraciones o ampliaciones a la citada definición:

  • a. Cuando analizamos una situación de bullying, siempre encontramos 3 roles. Por un lado, tendremos a la víctima, es decir, el niño que sufre las agresiones: aunque algunos estudios tratan de describir la existencia un “perfil” de víctima -tanto en lo referente al sexo como en lo referente a actitudes y capacidades sociales-, la realidad nos muestra que cualquier niño puede convertirse en víctima de bullying. Por otro lado, encontramos a los agresores, que buscan intencionadamente hacer daño a la víctima. Finalmente, y éste es un rol fundamental tanto para que se produzca bullying, los espectadores, que conocen la situación pero no ayudan a la víctima, y que incluso pueden colaborar en alguna ocasión con los agresores por presión social (por ejemplo, grabando las agresiones).
  • b. Para hablar de bullying es necesario que estas agresiones físicas, verbales o psicológicas se mantengan a lo largo del tiempo, es decir, que muestren “una continuidad en el tiempo”.Un conflicto ocasional entre escolares nunca puede ser considerado bullying y, por tanto, tampoco, a pesar de la alarma mediática y social existente, debemos como padres “echarnos a las armas” a la mínima que una tarde nuestro hijo regrese a casa con un rasguño. Debemos conservar la calma, empatizar con el suceso y mantenernos alerta pero sin mostrar una actitud de preocupación violentada ante nuestros hijos
  • c. El bullying es difícil de detectar. Se produce generalmente a espaldas de los adultos y los espectadores, aunque conocen la situación, temen revelarla a sus padres o profesores por miedo a las posibles represalias.
  • d. Las conductas consideradas “bullying” son diversas: agresión física, amenazas, insultos, humillación, marginación etc. Además, todas estas conductas muchas veces se prolongan más allá de las paredes del centro escolar a través de las redes sociales. Esto puede tener un efecto devastador ya que la víctima no puede estar a salvo del bullying ni en su propia casa y, además, son más difíciles de detectar ya que se producen en esa otra realidad, esa “vida paralela” que son las redes sociales. Ya no es el patio del colegio el único escenario de posibles conflictos.
  • e. Al igual que no debemos hacer saltar todas las alarmas al mínimo síntoma como decíamos en el punto b), tampoco debemos caer en el error de quitarle hierro al asunto y conformarnos en pensar que sólo es “una cosa de niños”. El bullying no es una cosa de niños, y las consecuencias para la víctima, como nos muestra la frecuencia de casos, pueden implicar problemas psicológicos gravemente irreversibles e incluso llegar a conducir al suicidio.

7 pautas para detectar si nuestro hijo está sufriendo acoso escolar o bullying

Una vez que ya conocemos en qué consiste y cómo se desarrolla el fenómeno, es importante que conozcamos y sepamos identificar las señales, síntomas o indicadores de que nuestro hijo está sufriendo bullying. A continuación os enumeramos 7 claves para su detección :

  • 1) Empieza a faltar a clase, se inventa excusas para no ir o incluso se niega a acudir al centro.
  • 2) Se produce una caída drástica en el rendimiento escolar que no responde, aparentemente, a criterios académicos.
  • 3) Nuestro hijo experimenta un cambio de carácter: está más ansioso, triste o agresivo.
  • 4) Se queja de síntomas físicos derivados de la ansiedad (dolor de cabeza, molestias gástricas, mareos, ahogos…)
  • 5) Cambios en su sueño o apetito.
  • 6) Deja de realizar sus aficiones habituales o de salir con sus amigos.
  • 7) Marcas de golpes, pérdidas de objetos constantes o no justificadas, roturas en la ropa o material escolar.

En caso de tener sospechas o indicios de que nuestro hijo puede estar sufriendo bullying es imprescindible ponerlo en conocimiento del centro escolar para que ellos activen los protocolos de intervención. Además, recordad que con nuestras pólizas de Protección Familiar tenéis a vuestra disposición Asistencia Psicológica gratuita en cuyo teléfono encontraréis el asesoramiento necesario para enfrentaros a este y cualquier otro tipo de situaciones.