¿Existen los resfriados de verano?
La imagen que todos asociamos a un resfriado suele estar teñida de azul invernal: frío, mantas, mal tiempo. Y no es casual. Los resfriados son mucho más frecuentes en invierno que en verano, en parte porque muchos virus respiratorios se propagan mejor en ambientes fríos y con menos luz solar. Además, en los meses fríos pasamos más tiempo en espacios cerrados, lo que favorece el contagio.
Sin embargo, los resfriados también pueden aparecer en pleno verano, aunque con algunas diferencias. Durante los meses cálidos, los virus que suelen estar detrás de estos cuadros no son los mismos que en invierno. Mientras que los rinovirus son los responsables más comunes de los resfriados invernales, en verano tienen más presencia los enterovirus, un grupo diferente de virus que se adapta mejor a las condiciones estivales.
¿En qué se diferencian los síntomas?
Al tratarse de virus distintos, los síntomas también pueden variar. Los resfriados de invierno suelen asociarse a molestias en la garganta, congestión nasal o incluso infecciones de oído. En cambio, los enterovirus que circulan más en verano pueden provocar síntomas algo distintos, como fiebre leve, malestar general e incluso molestias gastrointestinales en algunos casos.
Esto puede llevar a confusión: no todos los cuadros veraniegos con síntomas leves son un "resfriado" en sentido estricto, pero sí comparten con ellos su carácter viral, leve y autolimitado. Y aunque en verano los resfriados son menos frecuentes, no por ello resultan menos molestos. Perder días de vacaciones por sentirse enfermo puede resultar especialmente frustrante.
Cómo prevenir de los resfriados de verano
Aunque no podemos evitar completamente el contacto con virus, sí podemos reducir el riesgo de contagiarnos si seguimos algunas pautas:
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Lávate bien las manos, con frecuencia y consciencia, usando agua y jabón o un gel desinfectante. Muchos virus se transmiten por contacto con superficies contaminadas.
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Mantén limpios los espacios compartidos. En superficies como el plástico o el acero, algunos virus pueden sobrevivir durante horas o incluso días.
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Evita cambios bruscos de temperatura. Pasar de 35º a una piscina fría o a un interior con aire acondicionado muy fuerte puede afectar nuestras mucosas, que son la primera barrera contra infecciones.
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Modera el uso del aire acondicionado. Según la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica, el uso inadecuado del aire acondicionado puede facilitar ciertas infecciones respiratorias. Lo recomendable es evitar una diferencia de más de 10 grados entre el interior y el exterior, y no exponerse directamente a los chorros de aire.
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Cuida la humedad ambiental. Las mucosas se resecan con facilidad en ambientes muy secos, lo que debilita su función protectora. Un humidificador puede ayudar en entornos con aire acondicionado constante.
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Toma el sol con moderación. Además de favorecer la síntesis de vitamina D, la exposición solar contribuye a mantener el buen funcionamiento del sistema inmunitario.
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