Desde que inauguramos este blog allá por febrero, hemos destinado nuestra categoría de Protección Familiar a hacer un breve recorrido histórico y social por diversas épocas con los seguros de decesos como protagonistas.
En el artículo de hoy, vamos a asistir al nacimiento de los seguros de decesos en dos fases:
Entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX, España se hallaba sumida en una profunda crisis originada por las pérdidas de sus colonias de Cuba y Filipinas. La población cada vez contaba con menos recursos económicos y, tal y como ilustra la mejor literatura de la época, desde Valle-Inclán a Pío Baroja, los entierros municipales, con sus tétricos carruajes y cajones, suponían una experiencia traumática y desoladora para aquellos que sufrían la pérdida de un ser querido y no podían pagar el alto precio de un entierro privado.
Para evitar esta situación traumática y hacer accesible a todo ciudadano el poder costearse un entierro digno, las funerarias recuperaron una tradición que tenía su origen en los antiguos gremios carpinteros. Ésta consistía en que los vecinos del lugar acordaban con el carpintero correspondiente el abono de una cantidad de dinero de forma periódica con tal de que éste les proveyese, llegada la hora, de un ataúd noble.
Las funerarias del siglo XIX, como decimos, recuperaron este sistema de igualas y lo ampliaron para que el resto de costes funerarios además del ataúd (lápida, sala tanatorio, responsos, misas, recordatorios, tanatopraxia, traslado etc.) también quedasen cubiertos. El sistema de pago se realizaba mediante una cuota semanal cuyo riesgo (y consecuente precio o prima) se establecía “a ojo de buen cubero”, en función del buen o mal aparente estado de salud que mostrase el individuo.
Hasta las primeras décadas del siglo XX, las funerarias son las que controlan y comercializan estos sistemas de igualas hasta que el volumen de actividad llega a tal punto que se hace necesaria la creación de empresas aseguradoras dedicadas al ramo de los seguros de decesos. Cuatro hechos serán clave en este proceso:
En las décadas posteriores a 1954, los seguros de decesos gozarán de un impresionante boom, y poco a poco se irán convirtiendo en algo más que un seguro con carácter finalista, los seguros de decesos irán ampliando sus coberturas para ofrecer, además de la asistencia funeraria, otro tipo de coberturas: accidentes, responsabilidad civil, indemnización por intervención quirúrgica, asistencia en viaje etc., a fin de ofrecer una protección completa para el ámbito familiar y personal.
En este sentido, Almudena Seguros (o Nuestra Señora de la Almudena, ya que era tradición usar como nombre la patrona de la ciudad de origen como vemos en la foto de portada) siempre ha sido pionera a la hora de ampliar y expandir un carácter no exclusivamente finalista en sus seguros de decesos:
A día de hoy, el seguro de decesos es uno de los seguros no obligatorios con mayor arraigo y tradición entre la población española, y los asegurados de Almudena Seguros pueden presumir de contar con una de las más completas pólizas de decesos del mercado.