Aunque los gatos son el 3º animal doméstico con mayor presencia en los hogares españoles (después de perros y pájaros), el gato fue uno de los últimos animales en ser domesticados por la humanidad: hace alrededor de 10.000 años (aunque un último estudio científico sobre la domesticación del gato está cuestionando los fundamentos sobre este proceso). El auge del felino, o su etapa de mayor esplendor, ha quedado asociada al Antiguo Egipto, animal fetiche de los faraones y de una civilización que castigaba con pena de muerte el maltrato a los gatos, que los veneraba como animal de compañía hasta el punto de que, si el gato de una familia fallecía, los miembros de la familia se depilaban las cejas en señal de duelo.
En las sociedades occidentales contemporáneas, el gato, quizá por su independencia, que se traduce en un menor coste económico, de esfuerzo y de tiempo para las personas que se deciden a tener mascotas (sobre todo frente a los perros, como vimos en nuestros artículo “¿Cuántos perros se abandonan al año en España?”), está viviendo, auspiciado también por su popularidad en la red, un gran auge. Por ello, hoy vamos a explicaros 7 curiosidades sobre nuestros amigos felinos.
Son varias y diversas las interpretaciones científicas que se han dado a este peculiar y vibrante sonido que se produce al abrir y cerrar a una velocidad de 25 veces por segundo un músculo al efecto situado en la laringe: desde una expresión de felicidad hasta una vibración terapéutica, por lo que, como se apunta en uno de los últimos estudios sobre el ronroneo de los gatos:
Todo comportamiento depende de la historia, el contexto y la expectativa.
De este modo, las diversas explicaciones pueden resultar todas válidas atendiendo al contexto, por ejemplo:
El ronroneo que emite una mamá gato sirve de guía y orientación para indicar su posición a las crías, que nacen ciegas y sordas y que así, mediante la vibración, podrían identificar su fuente primordial de calor y alimento.
El ronroneo de un gato produce vibraciones en su cuerpo de 25 a 150 Hz, y está demostrado que una vibración entre 35 y 50 Hz ayuda a la sanación de los huesos y contribuye, en general, a reforzar la estructura ósea del cuerpo. Digamos que en este caso el ronroneo funcionaría a modo de masaje “intracorporal”.
Un estudio de campo sobre el ronroneo de los gatos realizado por Current Biology, demostró que cuando los gatos demandaban comida a sus dueños, la frecuencia de su ronroneo se disparaba hasta 520 Hz (similar al llanto de un bebé humano que pide comida, que alcanza los 600 Hz).
A diferencia de los perros, cuya lengua es suave, flácida y blanda, la lengua de un gato es dura, áspera y rugosa, ya que la lengua del gato posee, en su parte central, las llamadas papilas cónicas, compuestas de queratina (la misma sustancia que forma las uñas en los humanos). Esta singularidad biológica responde a dos funciones evolutivas en los felinos:
La aspereza de la lengua les permite ronzar la carne y separarla del hueso cuando se alimentan. Además, como su lengua es pequeña y poco flexible, a la hora de beber, al no poder recoger el agua con la misma, esas papilas les sirven como esponjas a las que queda adherida el líquido.
La dureza de dichas partículas también funciona a modo de púas de peine, y es que todos conocemos lo higiénicos y acicalados que son los gatos, tanto, que es frecuente que se les formen bolas de pelo en el estómago (técnicamente llamadas tricobezoares) que acarreen problemas de indigestión.
Uno de los comportamientos más frecuentes y curiosos de los felinos es cuando, generalmente acompañado de un ronroneo, comienzan a hundir y levantar sus patas delanteras sobre cualquier mullida superficie, ya sea nuestro vientre o un cojín, en un gesto que se asimila al de un panadero amasando pan, de ahí la denominación popular de este comportamiento. La razón del mismo no es otra que un acto reflejo que perdura en los felinos desde su época de amamantamiento, ya que al presionar así sobre las tetillas de la madre consiguen sacar más leche. Además, al “amasar” cualquier superficie, como los gatos sudan por las almohadillas de sus patas, estarían dejando un rastro de feromonas para marcar territorio.
El diseño del cojín de la nariz de un gato es su huella dactilar, por lo que de igual forma que no hay dos seres humanos con la misma huella dactilar, no hay dos gatos con la misma nariz.
Una de las representaciones menos verdaderas y más potencialmente dañinas de la figura del gato en el imaginario popular es la de que los gatos beben leche, y no solo no es así, si no que es todo lo contrario: los gatos son intolerantes a la lactosa, así como al chocolate. Ahora bien, poned al alcance de vuestro gato un ramo de la nepeta cataria, o menta felina, le veréis entrar en éxtasis.
Entre gatos y gatas existen dos curiosas diferencias de sexo o de género:
Este popular refrán se debe a las increíbles capacidades físicas que tienen los felinos: son ágiles, rápidos, de reflejos increíbles, son capaces de saltar hasta 5 veces su altura, siempre caen de pie, son capaces de escuchar a 64 kHz (los humanos solo somos capaces de escuchar sonido como máximos a 20 kHz), son capaces de mover cada oreja por separado hasta trazar un ángulo de 180º… Sin embargo, estos animales de “supersentidos” tienen su propio talón de Aquiles: su lengua carece de papilas gustativas para lo dulce y, por otro lado, debido a la disposición de sus ojos en relación a su nariz, tienen un punto muerto de visión en su parte central, por lo que cualquier cosa en un ángulo central a menos de 15 centímetros se les presentará desenfocada: es el contrapunto de tener una visión panorámica de 185º.