
5 pautas para la vigilancia digital de padres a hijos
¿A qué edad deben tener nuestros hijos su primer móvil?
Esta es una de esas preguntas en las que el debate queda asegurado, sobre todo cercanos a estas fechas de primeras comuniones en las que es más que frecuente regalar a nuestros hijos su primer smartphone, la llave a un mundo digital en el que los tradicionales círculos de socialización (la familia, el patio de la escuela, el vecindario) abolen sus fronteras y se abren hasta lo insospechado, escapando, en muchas ocasiones, a la vigilancia digital de los padres.
Para responder a esta pregunta hay opiniones y argumentaciones en todas las direcciones, pero lo cierto es que cada niño es un mundo, y sus necesidades y etapas de maduración psicológica son diferentes, por ello, quizá la clave esté en reformular la pregunta: no se trata de establecer una edad a la que podemos regalar a nuestro hijo su primer móvil, sino de preguntarnos si nosotros, como padres, vamos a disponer de ganas y el suficiente tiempo como para ejercer un control adecuado sobre la actividad digital de nuestros hijos.
Desde este punto de vista, la edad a la que nuestros hijos se hagan con un smartphone pasa a un segundo plano frente al conocimiento de una serie de pautas o consejos sobre cómo ejercer, y qué tipo de vigilancia ejercer en ellos.
Pautas para la vigilancia digital
Cuando nuestros hijos empiecen a pedirnos su primer móvil, debemos ser conscientes de la presión social que pueden estar sufriendo de su entorno: ya no se trata solo del típico capricho infantil hacia el último juguete de moda que “fulanito tiene y yo no”, según el último estudio Anibes, casi la mitad de la población de niños y adolescentes (9 a 17 años) pasa más de dos horas al día delante de una pantalla (porcentaje que se dispara a casi el 90% durante los fines de semana), horas no solo de entretenimiento, si no en las que además transcurrirán gran parte de sus relaciones sociales.
¿Qué tipo de vigilancia digital ejercer sobre nuestros hijos?
Muchos de nosotros, consecuencia de la falta de tiempo y la preocupación, optamos por la vía rápida, y es ejercer una prohibición total o un total control y/o espionaje en la vida digital de nuestros hijos, sin saber que con ello podríamos incurrir literalmente en delito: según la Ley Orgánica 1/1996 de protección jurídica del menor:
Los menores tienen derecho al honor, a la intimidad personal y familiar y a la propia imagen. Este derecho comprende también la inviolabilidad del domicilio familiar y de la correspondencia, así como del secreto de las comunicaciones
Descartada el tipo de vigilancia más invasiva, y la prohibitiva (no podemos excluir a nuestros hijos para siempre de este nuevo espacio de socialización), solo nos queda “unirnos al enemigo”, es decir, ejercer un tipo de vigilancia digital no invasiva, sino inteligente y cómplice.
5 pautas para la vigilancia digital de padres a hijos
Salvar la brecha digital: Como padres nos podemos sentir muchas veces sobrepasados por un mundo, el de las redes sociales, que desconocemos, que quizá ni nos interese, y que además cambia a una celeridad inconcebible para las generaciones no nativas digitales. A esto, sociológicamente, se le llama brecha digital, y aunque no es cuestión de que por acercarnos a nuestros hijos nos volvamos “youtubers”, sí debemos realizar el esfuerzo de mantenernos informados de las redes sociales más usadas por los adolescentes y las dinámicas y problemáticas propias que conlleva cada una. Para ello existen multitud de portales divulgativos y blogs que podemos consultar con cierta regularidad.
Naturalizar lo digital: La finalidad de la pauta anterior es que nuestros hijos no nos sientan al margen, como algo obsoleto que no tiene cabida en este nuevo mundo; si nuestros hijos nos sienten “al tanto” de lo digital, se sentirán más propensos a contarnos cosas idiosincrásicas del mundo digital, les ayudaremos a tratar su “identidad digital” con la misma naturalidad con la que tratarían su identidad no digital.
Filtros de privacidad y navegabilidad: También debemos ser conscientes de todas las armas que tenemos de nuestro lado, y es que la mayoría de redes sociales, buscadores y dispositivos ponen a nuestra disposición patrones y filtros que nos ayudarán a regular la actividad digital de nuestros hijos (restricciones de países, edades, descargas etc.) sin necesidad de estar supervisando a cada instante qué y con quién hablan, dónde navegan, o qué se descargan. Os dejamos como ejemplo este artículo de hace unos meses con las posibilidades de privacidad que Facebook permite.
Nuevos dilemas, nuevos valores: Sexting, ciberbullying…, las acciones en el mundo digital tienen repercusiones cuantitativa y cualitativamente diferentes que las del mundo offline, y debemos hacer hincapié en ello con nuestros hijos: debemos concienciarles de que nada de lo que hagan en Internet desaparecerá, enseñarles a valorar su intimidad por encima de la presión de los likes, y enseñarles a usar la tecnología no como un fin, sino como un medio.
Firmar un contrato: Muchos expertos recomiendan que, sobre todo en las edades más tempranas, el acceso a su primer smartphone vaya acompañado de una especie de contrato encargado de regular el uso y disfrute que el menor podrá hacer del dispositivo a cambio de cumplir con determinadas tareas previamente acordadas con él. Otros expertos en psicología infantil, por el contrario, recomiendan demorar lo máximo posible el acceso autónomo de nuestros hijos a internet (incluso ven este contrato como un punto de conflictos), y proponen sustituir un smartphone propio por un dispositivo de mesa que se coloque en algún lugar de paso o estancia común en la casa, de modo que, aunque nuestro hijo acceda a la red de forma autónoma, sienta siempre la vigilancia paterna.